1.4.4. PARQUE O'DONNELL
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Vista actual del parque (Nomecalles) |
Datación: S. XIX-XX.
Descripción: Parque urbano, arbolado, con amplias praderas de césped. Aloja en su interior piscinas municipales, vivero, pistas y otras dependencias. Situado entre la Vía Complutense (S), calle Luis Astrana Marín (E), vía férrea (N) y Paseo de los Pinos (O).
Catalogación: Ninguna.
Estado actual: Pese a haberse ampliado el espacio inicial de su trazado decimonónico, el vandalismo, la falta de vigilancia y la carencia de planes de recuperación, lo convierten en un lugar inseguro por las noches, lleno de pintadas, acumulación de basuras. Es lugar habitual de celebración de 'botellones'.
Riesgo: Notable.
Otros detalles: Era el año de 1898 cuando el ayuntamiento de Alcalá, encabezado entonces por el alcalde D. Francisco Rajas, decide comprar al Sr. Urrutia la conocida como Huerta de San Bernardo, sita a las afueras de la puerta del mismo nombre, con la finalidad de ajardinar el terreno. Aquí se iba a establecer el primer parque público de la ciudad. El 20 de diciembre de 1899, con los terrenos ya adquiridos, se presentan las trazas ―elaboradas por el arquitecto municipal― manteniendo el estanque central, dotado de noria, que alimentaba la huerta original. Para entonces, el nuevo alcalde era D. Félix Huerta, quien seguiría con el proyecto de su predecesor. Se obtuvieron los árboles necesarios en viveros de la ciudad; años después, se añadirían pinos carrascos del cercano San Fernando; el papel daba paso a la realidad.
El nombre fue una de las primeras decisiones, antes incluso de elaborar las trazas: sería en honor de D. Leopoldo O’Donnell y Jorís [no Jorris] (1809-1867), militar y político español, Grande de España, Duque de Tetuán, Conde de Lucena y Vizconde de Aliaga. Aparte de su notable papel en la historia de España, el Cuartel del Príncipe (sito en la plaza de San Diego) había sido costeado con la indemnización obtenida tras la victoria de O'Donnell en la guerra de Marruecos (1860). Al mismo tiempo, es probable que existiera alguna otra vinculación, pues el apellido O’Donnell está presente entre el vecindario complutense del siglo XIX.
El parque iba a comenzar su andadura con unas dimensiones notablemente más reducidas que las actuales. Por entonces, la hoy conocida como calle de Daoíz y Velarde continuaba en línea recta, hacia el Oeste, atravesando el parque actual, llegando a enlazar con la actual Vía Complutense (entonces, "carretera de Madrid a Francia por la Junquera"). Aquella calle formaría el límite norte del recinto ajardinado, que tendría una forma trapezoidal.
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El Parque en los años 30 |
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En 1901 se aprueba en acta la colocación de bancos, elaborados con piedra caliza de Colmenar de Oreja. Es probable que alguno de los bancos más antiguos que aún permanecen en el parque, de trazas sencillas, olvidado y descuidado, sea lo único que nos quede de aquellos originales.
En 1902 se plantan varios pinos carrascos (Pinus halepensis). También se contrata y coloca la balaustrada metálica que bordea al popularmente conocido como “estanque de los patos”, situado en el centro del primer solar, ocupando el estanque original del huerto. De esa estructura metálica apenas nos quedan algunos balaustres aislados, en mal estado, completándose el recinto con una reja de muy simple factura, aunque funcional. No obstante, los restos que permanecen aportarían suficientes datos como para permitir la restauración completa de la balaustrada original, si así se quisiera.
Durante la Guerra Civil (1936-1939), los carros de combate de las tropas republicanas se ocultaron de la aviación enemiga bajo la espesa arboleda. El habilitar el acceso de estos vehículos pesados, así como su maniobrabilidad, provocaría graves daños en el parque y su vegetación.
Hasta entonces, el jardín seguía limitado al norte por el trazado de la C/ Daoíz y Velarde. No será hasta 1946 cuando empiecen sus ampliaciones al Norte, escalonadas, en dirección a la vía férrea. En contrapartida, la construcción de la nueva carretera de Daganzo hace que pierda una porción de su área Este. De tal manera, la zona ajardinada termina cambiando más en distribución que en superficie útil.
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Contorno del parque en 1943 (AMAH) |
En el archivo municipal se encuentra un interesante proyecto del año 1953, firmado por el arquitecto municipal D. José de Azpíroz (AMAH, Leg. 1480/3). Aprovechando la ampliación Norte, se trazan nuevos jardines, estanque y pérgolas. Una de estas pérgolas, situada en el límite septentrional, tendría la doble función de decorar y disimular las casas de deslucida estética, que se levantaban junto a la vía del tren, tras la ahora desaparecida Calle del Ferrocarril.
En 1971 se fecha el proyecto de piscina pública y vestuarios; los mismos que actualmente permanecen y donde tantas generaciones de alcalaínos acudieron a los cursillos de natación. Estas instalaciones supusieron la pérdida de un buen pedazo de terreno ajardinado, aunque servirían para calmar los rigores del estío, añadiendo un lugar de baño alternativo al acostumbrado río Henares.
Sin embargo, es en el año de 1973 cuando se produce uno de los cambios más drásticos en el parque, al adoptar un ajeno “estilo inglés”, que se significó por la aparición de praderas de césped, tal como contemplamos en la actualidad. Para esta innovación, se retiraron numerosos árboles, despejando el terreno. Una decisión estéticamente más vistosa, al ampliar el verde del recinto. Pero escasamente real, en una ciudad de la seca meseta castellana. Desde entonces, el cuidado de esas praderas ha supuesto un notable incremento de trabajo, además de consumir enormes cantidades de agua y suponer la pérdida de la identidad original del parque.
La situación actual dista bastante de la original, de la primera traza que reemplazaría a la amena huerta comprada al Sr. Urrutia en 1898. Con el tiempo, sus límites acabaron por llegar a la vía férrea. Se ganó en amplitud, en espacio ajardinado, zona de paseo y arbolado. Pero se perdió en otros aspectos también importantes.
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Balaustre original entre reja moderna |
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Por ejemplo, se ha perdido el sabor castellano decimonónico de sus orígenes. La moda del césped puede ‘alegrar’ la vista, transmitir otras sensaciones placenteras. Pero no es propia de la meseta central, ni de una ciudad donde el agua ha sido tradicionalmente un bien escaso, usado con mesura y precisión hortelana.
Al mismo tiempo, hoy encontramos numerosas zonas acotadas. Terreno que es oficialmente parte del parque, pero destinado a usos no accesibles. Así ocurre con las áreas supuestamente destinadas a vivero, al Norte y Este del parque, claramente infrautilizadas y vedadas al ciudadano. O el área conocida como Paseo de los Pinos, cuyo trazado coincide con el ancestral Camino de Burgos, frente a la puerta del mismo nombre. Este paseo se ha transformado en una superficie asfaltada, habilitada para el tránsito y aparcamiento de vehículos de motor, escamoteada al paseante en aras del ‘dios coche’.
Otro de los tristes rasgos distintivos del parque actual es el vandalismo, manifestado en destrozos y grafitos situados sobre casi todo soporte posible (paredes de ladrillo o mampostería, bancos, farolas e incluso árboles). También tienen su triste lugar las basuras generadas por la práctica indiscriminada del ‘botellón’, consentido, que dejan su fea huella. Algo difícil de evitar en un parque que carece de guardería propia, donde no existe vigilancia adecuada.
¿Por qué está el Parque O’Donnell en este catálogo de bienes patrimoniales en riesgo? Porque se trata del único ‘parque histórico’ de Alcalá que ha llegado a nuestros días. Los que pudieron existir en quintas de recreo, palacios o casas solariegas, han ido desapareciendo bajo nuevas construcciones o víctimas de la desidia. El Parque O’Donnell, con su espacio ampliado a través de los años, es un bien digno de ser salvaguardado, revitalizado y liberado de elementos ajenos. Necesita con urgencia un servicio propio de vigilancia permanente. Necesita que la balaustrada de su estanque, corazón y centro neurálgico del jardín, sea debidamente restaurada y protegida, antes de perder definitivamente los pocos elementos originales que mantiene. Necesita identificar y restaurar los escasos bancos originales que puedan quedar. Y necesita que su espacio sea totalmente recuperado para el uso y disfrute del paseante, desplazando a otras zonas más aptas los usos de vivero o almacenaje, o solar vacío, así como la invasión de vehículos a motor.
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Vandalismo en el parque |
En estas fechas preelectorales de 2011, propicias para promesas osadamente ambiciosas, la Corporación Municipal ha lanzado la propuesta de modificar radicalmente el parque. Pero no desde un punto de vista de recuperación histórica respetuosa, sino con la disparatada idea de añadir un lago central (¿dónde?) y hacer un remedo del Parque Europa de la vecina Torrejón de Ardoz, con réplicas a escala de monumentos. Lamentablemente, se trata de imitar lo ajeno sin valorar lo propio. El Parque O’Donnell no puede transformarse en una mala copia de otro parque, ni puede seguir perdiendo terreno de paseo, ni trocarse en algo que no es, algo que no va con su esencia. Debe recibir la atención que merece, con conocimiento y cariño, no como plataforma para fines ajenos.
Recuperar el espíritu de parque decimonónico castellano en su área original, restaurar los distintos ambientes de las épocas en las que se fue ampliando, es el objetivo a buscar. Hacerlo, además, bajo criterios de uso adecuado de recursos (hídricos y de otros tipos), no bajo criterios veleidosos del momento.
Como enseña la experiencia, las promesas electorales se suelen quedar en meros castillos en el aire. Pero el peligro sobre el parque es una realidad. No se puede mantener en el estado de semiabandono que muestra actualmente, ni se puede pervertir su espíritu original con osadas transformaciones. El Parque O'Donnell es una parte del patrimonio histórico y natural de Alcalá de Henares, importante legado que debe ser recuperado con respeto a sus valores y orígenes.
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El Parque O'Donnell en 1946 (Nomecalles) |